dijous, 23 de juny del 2022

Saltarse el guión

 Me junto por sorpresa con el barbero y sus colegas en una barberia de la calle principal de Abu Dis. El objetivo es claro, ir a comer en algún sitio fuera de la ciudad. Subimos al coche después de alargar la salida debido a unos arreglos de barba de última hora. El destino es Jericho. Música árabe a todo volúmen, videos tik-tok y 180km/h por semiautopistas. Veo mi vida correr peligro. Me pregunto por la necesidad de morir dentro de un vehiculo de cuatro ruedas mientras veo la aguja del cuentakilometros sobrepasar los 170 km/h. Llega una curva y me imagino dando vueltas de campana en cuestión de segundos, pero la necesidad de hacer un vídeo tik-tok del compañero de al lado distrae mi angustia por morir. Hago el gesto ok y saco la lengua con expresión simpática para no defraudarle, mientras, el va bailadno la canción que suena en este momento, una especie de regetton árabe. Luego me enseña vídeos de, según él, "europe girls" con grandes senos y traseros que despiertan las necesidades carnales y primitivas del tiktokero, pero no a mi. No son mi tipo. Me abstengo a explicar mis razones y lo mantengo en secreto con un "they are hot" inexpresivo para no dar más cuerda al asunto. Mi preocupación por la muerte inminente vuelve mezclada imágenes eróticas sin sentido, curiosamente esta seria mi última imágen antes de morir, pienso. Por suerte la habilidad del conductor juega a nuestro favor y conoce bien las accidentadas carreteras de la zona, frena justo a tiempo. El fin se aleja, de momento. 

Las conversaciones con mis nuevos amigos fugaces dan mucho que desear, tres palabras seguidas en inglés es una conversación larga, cuatro un dolor de cabeza para ambos interlocutores. Llegamos a Jericho, deben ser las 12 de la noche. Son fiestas en este pueblo, o algo parecido, conocido por ser el pueblo más antiguo del mundo que ha permanecido siempre habitado, dicen, des de hace 10000 años. Nos paramos a un falafel callejero y nos zampamos dos pita faláfel de un bocado. Con nuestros estomágos inchados volvemos al coche, ahora para ir a hacer una visita nocturna en el rio. Aguas que reparten la poca frescura que existe en este desierto de mediados de junio. Noches de hogueras y cigarros llenan de alegria los alrededores del rio donde grupos de jóvenes palestinos pasan las horas. Nos mojamos los pies y seguimos, gracias a dios, por carreteras secundarias que imposibilitan presionar el acelerador.

A lo lejos, bajando por la ladera de una montaña aparece una furgoneta todo terreno blindada por la misma carretera pero en sentido contrario al nuestro. Al llegar a nosotros se para y salen quatro soldados israelitas, tres hombres y una mujer. Nos hacen bajar del coche y nos piden la documentación con tono desafiante, sobretodo el que supongo que es el de rango más alto. Hay un momento de tensión entre el tik-tokero y este soldado sin ir más allá de un par de empujones. En este momento mi sensación es una mezcla de impotencia e curiosidad por ser mi primera experiéncia directa en observar el trato rutinario que reciben los palestinos en territorio ocupado. No me quiero perder ni un detalle de la situación y a la vez me entran ganas de enfrentarme a ellos sin poder ni deber. Me quedo con la curiosidad. No soy nadie aquí más allá que un priviliegiado ignorante. Analizo cada una de las actitudes de los soldados con sus miradas. No todas son iguales, la de la chica, joven, de  20  años tal vez, a diferencia de sus compañeros, su mirada va dirigida al superior de actitud provocadora y no hacia mis colegas palestinos. No era una mirada complaciente, más bien de inseguridad. 

Mis pensamientos se interrumpen cuando llega el momento de enseñar mi pasaporte. Lo inspecciona otro soldado, al darse cuenta de que no soy de aquí, con gesto de desprecio me lo devuelve. Su gesto hacia mi docuementación lo encuentro un punto exagerado, incluso falso, como si estuviera actuando. Definitivamente estava actuando cuando en ningún momento me dirijió la mirada, quiso evitarlo para no perder el guión de mirada desafiante ante el enemigo. Su guión es simple, desprecio y superioridad al palestino que tienen delante mientras lleven puesto un uniforme verde y un  subfusil colgando bajo sus brazos. Pero a mi nadie de ellos me hace caso, sin devolverme la mirada durante el largo rato que pasamos allí, soy ignorado, como si no estuviera. Pero ya al final de la escena, pillo por despiste a otro de los soldados con los ojos curiosos fijados a mi persona, un chaval soldado pelirojo con gafas, se ha saltado el guión y le he pillado, su mirada es innocente como un niño saltandose el guión impuesto por una situación que no ha elegido.